Comentario
El aumento de los precios y las dificultades del tráfico marítimo con las colonias de América habían sido las características de la crisis de los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX. A partir de 1812, la característica económica será la de una brutal depresión, que se manifestó con una caída espectacular de los precios, mientras que continuaron las dificultades del tráfico exterior.
A partir de 1812 los precios bajaron de una manera continuada. Si establecemos la base 100 en ese año, el valor índice en 1820 sería de 49,5; en 1830 de 34,2 y en 1833 de 35,6. Los factores de esta deflación pueden reducirse sustancialmente a dos: la Guerra de la Independencia y la emancipación de las colonias de América. En cuanto a la primera, hay que considerar que fue la guerra más catastrófica de toda nuestra Historia Moderna, desde el punto de vista de las pérdidas puramente materiales. Además de que fue una guerra larga que duró casi siete años, se libró en todo el territorio nacional, excepto en Cádiz, que fue la única ciudad que se vio libre del dominio de las tropas napoleónicas, aunque también sufrió los efectos de su artillería. También hay que tener en cuenta que fue una guerra en la que no existió un frente ni una línea de combate definida, sino que fue todo el país el que estuvo en combate todos los días. Podríamos calificarla, por consiguiente, de una guerra total, en el sentido de que en ella participaron militares y civiles sin distinción de categoría o clase. No existieron reglas ni se respetaron las mínimas condiciones que permitiesen un respiro al enemigo. Todo valía, si con ello se conseguía eliminar al contendiente o minar su moral sobre el terreno y eso llevó a que en cada lugar y en cada instante se estuviese en pie de guerra hasta las últimas consecuencias. Se ha llegado a estimar en un millón los muertos que produjo la guerra de la Independencia en España, donde existía una población que no llegaba a los doce millones de habitantes, lo que representa una cifra manifiestamente elevada. Pero además de las víctimas, hay que considerar lo que significó de destrucción material del país: ciudades arrasadas, olivares talados, obras públicas -puentes, caminos y comunicaciones en general- destruidas y fábricas desmanteladas. Cuando terminó la guerra en 1814, España se hallaba prácticamente en ruinas después de tan prolongada y dura confrontación.
El otro factor que contribuyó a provocar la deflación fue la emancipación de las colonias de América. El proceso político comenzó cuando se crearon las Juntas al otro lado del océano con el objeto de organizar un poder provisional en tanto el monarca estuviese prisionero de Napoleón. A partir de 1810 aparecen los primeros síntomas independentistas y cuando terminó la guerra ese sentimiento se había generalizado en todo el territorio americano. La independencia se iba a consumar en el momento menos oportuno, puesto que la ruina del país y la confrontación entre absolutistas y liberales iban a desviar la atención de los españoles hacia los problemas del interior y a descuidar la solución de la grave cuestión colonial.
Desde el punto de vista económico, las consecuencias de la emancipación de las colonias fueron simétricamente inversas a los que había supuesto su incorporación a la Monarquía durante los últimos años del siglo XV y el siglo XVI. Si las Indias habían convertido a España en una potencia de primer orden en el concierto internacional, su pérdida iba a relegarla a una situación de postración y de marginación respecto a los países más poderosos. La catástrofe económica producida por la emancipación la ha resumido con acierto J.L. Comellas en cuatro puntos: 1) Falta de metal acuñable, pues deja de venir de América el metal precioso que, en mayor o menor cantidad, se había servido para fabricar la moneda circulante en España. Escasea el dinero de una forma brutal. 2) Falta de productos ultramarinos, que constituían una riqueza barata y de extracción fácil y cuyo comercio, además, se hallaba monopolizado por el Estado, que evitaba el tráfico directo de estos productos -café, cacao, azúcar, tabaco, materias tintóreas, etc.- con otras naciones. 3) Falta de mercados de exportación, pues los productos españoles manufacturados dejaron de tener una fácil salida entre los consumidores de las colonias, quienes, a causa de la protección existente sobre este tráfico, no podían abastecerse más que de lo que le llegaba desde España. 4) Falta de las reexportaciones a los países europeos que se realizaban con los excedentes de los productos americanos que no eran consumidos en España, y que eran objeto de demanda en el resto del Viejo Continente. Cuando faltaron estos productos, España tuvo poco que exportar, puesto que lo que producía por sí misma era poco competitivo en los mercados de Europa.